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Retomamos el tema de la confusión de género. Hemos recibido muchos correos electrónicos sobre el tema y los estamos revisando poco a poco.
Quizás recuerdes que respondimos a la pregunta de una enfermera que trabajaba en el preoperatorio y el postoperatorio de cirugías de «reasignación de sexo». Ella no tomaba las decisiones, sólo ofrecía cuidados. ¿Debía quedarse o buscar otro trabajo? Más recientemente, también recibimos un correo electrónico de una joven que se planteaba la idea de borrar su sexo.
Hoy abordamos el tema del género dentro de una iglesia local. La pregunta es de una oyente llamada Cindi. «Pastor John, ¡hola y gracias por este podcast! Es un lugar destinado a recibir preguntas desafiantes, y tengo una que hacerle. Tenemos una pareja joven en la congregación de nuestra iglesia local que deja que su hijo pequeño se ponga vestidos. Parece que le dejan elegir la mayor parte de lo que quiere hacer. Nosotros, por supuesto, vemos mucho peligro en este método de crianza. Se les pidió que abandonaran una iglesia anterior por este asunto. ¿Cuál sería su enfoque para ayudar con las Escrituras a estos padres?».
Creo que lo primero que hay que decir es que sí es necesario abordar este tipo de situaciones. En otras palabras, no deberíamos evadir el tema en la iglesia, sino darnos cuenta de que especialmente en una cultura como la nuestra (no solamente, pero especialmente), donde el orden creado por Dios para la masculinidad y la feminidad está siendo desvirtuado no solo por la celebración pecaminosa del romance entre personas del mismo sexo y la legalización del mal llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, sino también por la negativa «transgénero» a aceptar que existe la sexualidad estable dada por Dios. En vista de esa realidad cultural, debemos darnos cuenta de que los padres que animan o permiten a sus hijas a vestirse como niños, o a los niños a vestirse como niñas, deben ser abordados pastoralmente primero con preguntas, tratando de entender lo que piensan y, luego, si es necesario, con amonestaciones basadas en las Escrituras.
Por supuesto, no somos tan ingenuos como para ignorar que ahora existe, y siempre ha existido, una superposición entre la forma de vestir de los niños y las niñas, y de los hombres y las mujeres. Eso no es algo nuevo. Pero es igual de cierto que en todas las culturas y en todas las épocas, junto con esa superposición, ha habido símbolos culturales en los peinados y la ropa y los adornos que señalaban la diferencia entre masculinidad y feminidad. Así que lo que necesitamos hoy es ayudarnos unos a otros (y a los padres en particular) a educar a la próxima generación en el uso sabio y fiel de esos símbolos culturales para reflejar y abrazar la hermosa ordenación divina de la masculinidad y la feminidad.
Seis realidades bíblicas
Así que si yo estuviera aconsejando a padres que parecen ajenos a la importancia de educar a sus hijos para que acepten el sexo que Dios les ha dado como varón o mujer, les recordaría al menos seis realidades bíblicas con la esperanza de que se sometieran de buena gana a la Palabra de Dios y ajustaran sus estrategias de crianza.
Necesitamos ayudar a los padres a educar a la próxima generación para reflejar y abrazar la hermosa ordenación divina de la masculinidad y la feminidad
1. Dios creó al ser humano, varón y hembra. «Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”… Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Dios los bendijo y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra”» (Gn 1:26–28). Dios no creó un ser humano genérico diseñado para elegir su género. Creó varones para ser varones y mujeres para ser mujeres. Desde el principio de sus vidas, a los niños y niñas se les debería enseñar esto como algo grandioso y maravilloso.
2. Dios creó al ser humano como varón y mujer para que hubiera una complementariedad hermosa, feliz y fructífera en el matrimonio. «Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24). Ahora bien, el diseño de Dios para que en el matrimonio el varón y la mujer se unan en una sola carne por medio del acto de la relación sexual, es una confirmación de que la forma en que Dios nos creó no es insignificante. Era parte de Su plan para nuestro bien, para llenar la tierra, para nuestro gozo, nuestro placer. Los niños y las niñas deben ser educados hacia este resultado natural de su sexualidad. Tanto si se casan como si no (en la providencia de Dios), deberíamos educarlos con la convicción de que la diferencia entre niños y niñas está diseñada para este hermoso resultado, la unión de una sola carne en el matrimonio de un hombre y una mujer.
3. Debemos ayudar a los padres a ver que Dios toma estas diferencias sexuales tan en serio que basa los roles de liderazgo en ellas. En 1 Timoteo 2:12, asigna a los hombres la autoridad en la enseñanza y el gobierno de la iglesia. En Efesios 5:22-24 y Colosenses 3:18-19, asigna el liderazgo de la familia al marido y padre. La fuerza natural superior del hombre es señalada por Pedro en 1 Pedro 3:7 como una razón por la que la mujer debe recibir un honor especial como vaso más frágil, así como otro tipo de honor como coheredera de la gracia de la vida. Los niños deben ser educados con la conciencia de que su sexualidad importa tanto y en ese sentido.
No debemos retraernos de dar un consejo bíblico solo porque sea relacionalmente difícil. La mayoría de los actos de amor que implican corrección son difíciles
4. Esto significa que los padres deberían, de forma natural, animar a sus hijos varones a no adoptar formas afeminadas de vestir o actuar; y no deberían animar a sus hijas a adoptar formas masculinas de vestir o actuar. En la mayoría de las situaciones, estas cosas surgen de forma natural y un padre no necesita ser exigente al respecto. El padre puede simplemente redirigir la atención de un niño lejos de la experimentación con vestimenta del otro sexo o del interés excesivo en comportamientos que casi con seguridad van a confundir la sexualidad de un niño. La Biblia advierte a los niños varones y a los hombres, por ejemplo, contra el afeminamiento en 1 Corintios 6:9. Algunas versiones de la Biblia fusionan esto con otras traducciones sobre la homosexualidad, pero lo que realmente dice es que los niños no deben ser afeminados. Por ejemplo, en 1 Corintios 11:14 se dice que no deben llevar peinados culturalmente confusos, y en Deuteronomio 22:5 se advierte a hombres y mujeres contra el travestismo. Así que estos símbolos culturales de lo que es la hombría y la femineidad se vuelven significativos.
5. Por lo tanto, la crianza de los hijos debe tener todo esto en cuenta, porque Efesios 6:4 dice: «críenlos en la disciplina e instrucción del Señor». Esa instrucción, en lo que se refiere a la sexualidad, incluye al menos los cuatro puntos anteriores.
6. Debemos ayudar a los padres a sentir que hay una urgencia especial sobre estas cosas en nuestros días. Deben saber que si no ayudan a sus hijos de una manera natural y feliz a crecer como hombres maduros, o mujeres maduras, pueden estar sirviendo a una ola de rebelión cultural contra Dios, que no solo es destructiva para sus hijos, sino también para el mundo en general.
Demos consejo valiente y sabio
Ahora, por supuesto, permítanme decir de nuevo que acudimos a los padres primero con preguntas en busca de comprensión, no primero con condenación, porque ni siquiera sabemos lo que hay en sus mentes. Venimos con oración y con la conciencia de que nuestras propias imperfecciones necesitan ser tratadas por nosotros mismos todo el tiempo.
Pocas cosas, y todos sabemos esto si tenemos alguna experiencia, son más volátiles que sugerir a los padres que no están haciendo un buen trabajo como padres. Es impresionante; si quieres que alguien se enoje dile eso. Por lo tanto, aquí se requiere sabiduría y valentía. No debemos retraernos de dar un consejo bíblico solo porque sea relacionalmente difícil. La mayoría de los actos de amor que implican corrección son difíciles, pero Dios ha prometido gracia para toda buena obra y esta es una de ellas.
Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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