![](http://media.thegospelcoalition.org/wp-content/uploads/sites/4/2023/08/02012339/servir-a-quienes-sufren-disforia-de-genero-1024x576.jpg)
Puedes ser lo que quieras ser.
Debo haber escuchado esas palabras más de mil veces mientras crecía. La frase me impulsó a explorar incontables disciplinas: participé en concursos de canto y atletismo, fui parte de las Olimpiadas de Química y Matemáticas, recité discursos y miré la Luna a través de telescopios. El mundo que Dios había creado estaba lleno de misterio y belleza. Él nos concedió mente y cuerpo para conocerlo profundamente y hacerlos florecer de manera creativa como seres formados a imagen del Creador. Esa verdad bíblica es lo que tengo en mente mientras recuerdo aquellos años de tanta riqueza intelectual, deportiva y artística.
Cuando mis padres decían que yo podía ser lo que quisiera ser, no pretendían negar la realidad de mis límites naturales; no tenían la intención de fingir que yo podría saltar tres metros en el aire o comprender física cuántica a los diez años de edad. Para ser lo que quisiera ser tenía que empezar reconociendo lo que soy; luego podría desarrollar ese potencial dado por Dios con gozo y rectitud.
Quizá la frase no era la mejor; es fácil distorsionar las hipérboles: si podemos ser lo que queramos ser, ¿por qué detenernos en probar un nuevo deporte o instrumento musical? Ahora no basta con explorar diferentes disciplinas académicas. Las nuevas generaciones están experimentando con su género.
Límites reales, límites buenos
No siempre podemos ser lo que queramos ser. Somos criaturas encarnadas y vivimos en realidades físicas inalterables. Puedes entrenar duro para convertirte en un campeón de salto de longitud, pero la fuerza de la gravedad no va a dejar de funcionar solo porque sueñas con hacer un salto de seis metros. Como la gravedad, el dimorfismo sexual del ser humano —las diferencias físicas entre los hombres y las mujeres— tampoco desaparecerá, por mucho que ciertas personas lo deseen.
Arraigados en el amor, evitaremos el error de destruir en nombre de la pureza sexual a alguien que sufre en confusión
Algunos están plenamente conscientes de esa realidad y sufren al sentirse fuera de sintonía con quienes son. Buscan medidas extremas para aliviar la incomodidad con su cuerpo sin negar la realidad de su biología. Otros más, impulsados por una cultura que valora el cumplir los deseos personales por encima de todo, se niegan a aceptar las diferencias entre los hombres y las mujeres. Se convencen a sí mismos de que esas diferencias son una ilusión, un invento humano. «¿Por qué habríamos de someternos a ellas? Tenemos derecho a identificarnos como queramos identificarnos», dicen. «Podemos ser lo que queramos ser». Así, en el mundo de hoy (y según el diccionario de Cambridge), mujer es cualquiera que se identifique como mujer, aunque haya sido «identificado» como hombre al nacer.
¿Cómo responder a todo esto? Hablando la verdad en amor (Ef 4:15). Firmemente arraigados en la verdad, evitaremos el error de abrazar ideas incompatibles con la Palabra de Dios (y, de paso, con la biología) en nombre de la compasión. Firmemente arraigados en el amor, evitaremos el error de destruir, en nombre de la pureza sexual, a alguien que sufre en confusión. Para profundizar más en cómo podemos vivir de esta manera, leí el libro Dios y el debate transgénero (Editorial Portavoz, 2018). Estas son algunas de las cosas que su autor, Andrew T. Walker, me ayudó a comprender:
1. Dios nos ama y sabe qué es lo mejor para nosotros.
Dios te ama mucho más de lo que tú te amas. […] Un Creador crucificado es un Dios que tiene autoridad para decirnos qué hacer, que tiene sabiduría para saber qué es lo mejor para nosotros y que ha demostrado que podemos confiar que Él nos dirá qué es lo mejor para nosotros (pp. 44-45).
Nos gusta pretender que sabemos qué es lo mejor para nosotros. Pero, si somos honestos, admitiremos que la mayoría del tiempo no tenemos la menor idea de lo que estamos haciendo. Si esto es cierto para asuntos cotidianos de crianza o desempeño profesional, ¿cuánto más para las preguntas más profundas sobre la identidad humana?
Tenemos un Creador que se ha revelado… Cuando nos cueste aceptar la realidad de nuestro sexo como algo bueno, podemos regresar a la Escritura
La buena noticia es que no tenemos que inventar respuestas sobre quiénes somos y para qué estamos aquí. Tenemos un Creador que se ha revelado; Él nos ha mostrado que somos hechura especial Suya, formados hombres y mujeres para ejercer dominio sobre la creación como portadores de Su imagen (Gn 1:27-28). Tal vez haya ocasiones en que nos cueste aceptar la realidad de nuestro sexo como algo bueno, pero en esos momentos podemos regresar a la Escritura para ver cómo Él nos ha demostrado en Jesús que es digno de confianza. Si Dios, quien no necesita de nada ni de nadie, sufrió en Cristo por nosotros, ¿cómo negaremos Su amor? ¿Cómo rechazaremos lo que Él ha llamado bueno?
2. No podemos separar el género del sexo.
El cristianismo no separa el género del sexo, porque según la Biblia, la única manera como Dios creó nuestro cuerpo está ligada a nuestros roles de género. El diseño del ser humano está ligado a la misión del ser humano (p. 58).
Ser creados hombres y mujeres significa más que simplemente tener la capacidad de producir cierto tipo de gameto (óvulo o espermatozoide) para reproducirnos. El hecho de que somos seres sexuados afecta todo nuestro cuerpo y nuestra mente, otorgándonos características particulares que nos equipan para andar en las buenas obras que Dios ha preparado para nosotros.
No debemos caer en estereotipos de género, pero tampoco podemos negar que, en Su Palabra, Dios ha determinado que los hombres y las mujeres cumplan roles distintos y complementarios. Esto es algo bueno. Somos diferentes y nos necesitamos para cumplir la misión que Dios dio al ser humano de llenar la tierra y gobernarla como Sus representantes.
3. Debemos ser (verdaderamente) empáticos con aquellos que están confundidos respecto a su género.
La empatía es el requisito previo para poder hablar de manera significativa y autoritaria a la vida de alguien. […] Mostrar empatía no significa aceptar, aprobar o animar a alguien a obedecer el deseo de vivir en contra de su género creado; sino que en lugar de rechazar automáticamente a una persona, te tomas tiempo y te esfuerzas por escucharla y tratar de entenderla (pp. 98-100).
Cada vez más se nos quiere obligar a celebrar a aquellos que afirman tener un género opuesto a su sexo biológico (o tener ambos o ninguno). Los cristianos no podemos hacer esto, porque tenemos un llamado mayor: no celebrar, sino amar… y el amor se alegra con la verdad (1 Co 13:6). No estoy amando a mi prójimo si le digo que es un hombre por el mero hecho de que siente serlo.
Escuchemos a los confundidos y llevemos a ellos, personalmente, la luz de la verdad
Celebrar suena muy bien, pero se queda corto. Uno puede celebrar sin amar; para celebrar no es necesario que te importe una persona, ni entenderla, ni conocer sus cargas y mucho menos llevarlas. Basta con dar un «me gusta», escribir un comentario lindo, ondear una bandera o marchar con un cartel.
También es fácil, por otro lado, pasar horas compartiendo memes y burlándote en redes sociales sobre lo irracional que es la ideología de género. No nos conformemos con eso. Sigamos a Jesús. Pasemos menos tiempo en Internet y más tiempo haciendo discípulos. Escuchemos a los confundidos y llevémosles, personalmente, la luz de la verdad. Conozcamos sus corazones y llevemos sus cargas. Para eso estamos aquí.
4. Hay esperanza para los que sufren disforia de género.
La vida cristiana es difícil, pero no para siempre (p. 111).
Todo cristiano que lucha con la disforia de género desea que el Señor traiga alivio a su mente y le conceda la capacidad de abrazar la bondad del diseño divino para su cuerpo. Dios es poderoso para responder esa oración. Con todo, para algunos, la disforia de género será una lucha que dure toda la vida. En Su soberanía, aunque Dios es capaz de librarnos de cualquier sufrimiento y aflicción, Él permite que llevemos «aguijones en la carne» para Su gloria y para nuestro bien.
Aceptar la aflicción es difícil. La buena noticia es que los cristianos no aceptamos la aflicción con mera resignación… la aceptamos con esperanza. La Biblia nos enseña que se acerca el momento en el que Jesús regresará y pondrá en orden todas las cosas. Todos los que hemos confiado en Él tendremos cuerpos y mentes perfectamente restaurados; ya no experimentaremos más dolor o sufrimiento. Esperamos ese día con gozo. Mientras tanto, vivimos en obediencia con la mirada puesta en Jesús.
5. No cerremos la puerta a aquellos que sufren disforia de género.
No hay ninguna justificación para abandonar a un hijo, jamás. Abandonar a tu hijo porque él o ella rechazan la enseñanza de tu fe es tan malo como que tu hijo abandone su sexo de nacimiento. Tu llamado a ser padre no depende de si tu hijo está de acuerdo contigo, cree en lo que tú haces o vive como tú (p. 143).
No puedo imaginar lo duro de que tu hijo se rehúse a aceptar que lo llames por el nombre que le diste o que exija que utilices «ella» para referirte a él. La relación podría volverse increíblemente tensa. Pero el llamado de todo padre sigue siendo el mismo: amar como Dios nos amó. Esto no significa ceder ante las demandas de tu hijo. Significa permanecer firme en la verdad sin retener tu amor.
Si estás en medio de una situación como esta, te recomiendo también leer De transgénero a transformada, que relata el testimonio de Laura Perry-Smalts, quien vivió como «hombre» durante casi diez años. La familia de Laura se mantuvo cerca de ella mientras continuaba llamándola por su nombre de nacimiento y los pronombres adecuados. No fue fácil, pero (eventualmente) Laura valoró muchísimo el ancla a la realidad que su familia proveyó en medio de su confusión de género.
Sé lo que Dios te creó para ser
En medio de un mundo que nos dice que podemos ser lo que queramos ser, debemos proclamar que Dios nos creó con un propósito; solo Él puede decirnos qué es lo que fuimos creados para ser. Llevar este mensaje no será fácil. En nuestras fuerzas, de hecho, es imposible. Necesitamos la sabiduría del Espíritu de Dios para hablar la verdad en amor. La buena noticia es que Él es el más interesado en traer claridad a este mundo tan oscuro. Cristo murió para traer vista a los ciegos y libertad a los cautivos. ¿Cómo nos atreveremos a callar?
The post Cómo servir a quienes sufren disforia de género appeared first on Coalición por el Evangelio.