A estas alturas, la agenda cultural progresista de Disney es bien conocida y difícil de ocultar. Dado el enorme alcance de la marca y su probada habilidad para encantar a los jóvenes y moldear su cosmovisión a lo largo del tiempo, los padres cristianos tienen razón en estar preocupados.
Me preocupan menos los infractores «obvios», como Lightyear y Un mundo extraño, del año pasado, que fracasaron en taquilla después de que el público rechazara su evidente contenido LGBT+. Lo que me preocupa más son las películas muy populares y queridas, como La Sirenita, que pueden parecer moralmente neutrales y sanas para unos padres normalmente precavidos.
Sin embargo, el nuevo remake de Disney de La Sirenita, incluso más que el original de 1989, defiende un mensaje que debería hacernos reflexionar. Por un lado, es más de lo mismo para Disney: sé fiel a ti misma; sigue a tu corazón; no dejes que nadie se interponga en tu camino; «mi cuerpo, mi decisión». Pero, sobre todo en el contexto de nuestro momento cultural actual, La Sirenita de 2023 va un paso más allá.
Lo que es encomiable
El remake «de acción real» (gran parte del mismo está tan cargado de efectos digitales que parece animado) es, en general, fiel a la versión de 1989. Dirigida por Rob Marshall (Chicago, El regreso de Mary Poppins), la película cuenta con la mayoría de las canciones de la versión de 1989, además de algunas nuevas melodías de Lin-Manuel Miranda y el compositor original Alan Menken.
La historia sigue a la joven sirena Ariel (Halle Bailey), que desafía a su protector padre, el rey Tritón (Javier Bardem), para formar parte del mundo terrestre del príncipe Eric (Jonah Hauer-King). Divertida, cautivadora y nostálgica para los que crecieron viendo la versión animada, la nueva versión de Marshall tiene mucho que ofrecer.
Aunque algunos la critican por su selección de actores basada en criterios raciales, los cristianos no deberían gastar ni un céntimo en atacar a la película por ello. Aunque a veces suscita dudas (¿por qué todas las hijas de Tritón son de etnias diferentes y no se parecen entre sí?), la diversidad del reparto resulta refrescante. Bailey está más que a la altura del papel principal, y disfruté con Art Malik como Sir Grimsby, Daveed Diggs (Hamilton) como la voz de Sebastian, y Awkwafina como la voz de Scuttle.
Sin embargo, donde los espectadores cristianos sí tienen motivos de preocupación es en el nivel más sutil de los temas y las premisas que, aunque no defiendan explícitamente la ética sexual LGBT+, al menos les proporcionan un marco ideológico.
El legado de “La Sirenita” de 1989
Antes de llegar a la versión de 2023, es importante señalar que La Sirenita de 1989 se ha convertido en un clásico de culto de la comunidad LGBT+.
Uno de los principales creadores de esa película fue el compositor abiertamente gay Howard Ashman, que murió de sida en 1991. La huella de Ashman en la película incluye la autoría de canciones como «Part of Your World» (en español, adaptada como «Parte de él»), un tipo de «“I want” song»[1] que desde entonces se ha convertido en un himno LGBT+ «para cualquiera cuya identificación personal pueda no coincidir con su presentación física».
Ashman también desempeñó un papel clave en la creación de la ostentosa villana Úrsula, un personaje inventado para la película de 1989 que se inspiró en la famosa drag queen Divine. Úrsula (interpretada en la versión de 2023 por Melissa McCarthy) «interpreta la feminidad como lo hace un travesti», según un escritor. «Acentúa los activos estereotípicamente femeninos, sus caderas, sus labios, y envuelve a sus anguilas Flotsam y Jetsam como una boa de plumas submarina».
Más allá de estas conexiones, los temas de La Sirenita tienen un atractivo natural para la comunidad LGBT+. Las versiones cinematográficas hacen énfasis en una joven aislada que se siente incómoda en su propia piel, atraída por el amor prohibido y que se siente más a gusto entre un grupo de forasteros que entre su propia familia. Ariel no se conforma con los límites y las expectativas que le imponen. Busca transgredir y expresarse a su manera. Quiere amar a quien le plazca y ser lo que le plazca, aunque eso signifique manipular su cuerpo y decepcionar a su padre. Sus deseos son más determinantes para su identidad que su cuerpo físico, así que está dispuesta a hacer lo que sea, por costoso que sea, para resolver su tensión interior.
La “sirena” de 2023: “no te quedes atrás”
El remake contiene todos los temas y las referencias anteriores, y más. Dirigida por un hombre homosexual (Marshall) y estrenada para coincidir con el mes del orgullo gay, la película se inclina aún más directamente hacia los supuestos progresistas que hacen plausible la transexualidad.
Algo nuevo en esta versión es la personalidad (ligeramente) ampliada del príncipe Eric, que se presenta como un progresista visionario que aboga por ampliar horizontes y romper filas con las tradiciones cansadas y el conservadurismo basado en el miedo. Constantemente dice cosas como «Tenemos que estar abiertos a lo que hay ahí fuera. Solo así podremos crecer».
Las creencias en la verdad objetiva no deberían doblegarse ante las nociones subjetivas de felicidad
La madre adoptiva de Eric, la reina Selina (Noma Dumezweni), llega a compartir también esa perspectiva, animando a su hijo a aventurarse en «aguas inexploradas» y nuevas ideas «para no quedarse atrás». Cuando Ariel (que ha pasado de la cola de sirena a las piernas) y Eric se casan, Selina comenta al consejero real Grimsby: «Una sirena y un hombre. ¿Quién lo habría imaginado?».
También podría haber añadido: «Lo que antes nos parecía transgresivo ahora es normal. El amor es el amor».
Tritón como padre debilitado, Úrsula como “aliada” facilitadora
Los personajes de Tritón y Úrsula también me impactaron de forma diferente en esta versión, a la luz del papel que desempeñan los adultos en la actual revolución transgénero.
Tritón se presenta como un padre cuyo amor por su hija, y la preocupación de que sus curiosidades le hagan daño, le lleva a un sentido erróneo de autoridad protectora. En nuestro momento transgénero, en el que se margina intencionadamente a los padres (su desaprobación se considera abiertamente peligrosa), Tritón representa al padre «bienintencionado pero cerrado de mente» cuyos valores tradicionales deben actualizarse para adaptarse al mundo moderno.
De hecho, al final, Tritón acepta el hecho de que Ariel «quiere una vida diferente de la que él planeó para ella». En un discurso final en el que afirma la transición de su hija, Tritón básicamente dice que debería haberla escuchado todo el tiempo: «Nunca deberías tener que renunciar a tu voz para que te escuchen».
Así es como un escritor, que llama a La Sirenita «una alegoría LGBT+», ve el viaje de Tritón hacia la iluminación:
Mientras observa a su hija anhelando ser humana, finalmente hace lo correcto y utiliza su poder para ayudarla en la transición al cuerpo que la hará feliz. Su poder es suficiente para darle lo que desea, y él se lo negó debido a sus propias nociones equivocadas del mundo. Sin embargo, la felicidad de ella es más importante que sus creencias, y él crece lo suficiente como para darse cuenta de ello.
La felicidad de ella es más importante que sus creencias. Esta idea se vende mucho a los padres en Occidente. Tus convicciones deben ceder ante los deseos y anhelos de tus hijos, o de lo contrario los harás desgraciados y posiblemente suicidas. Es una retórica poderosa (¿quién no quiere que su hijo sea feliz?), pero es manipuladora y errónea. Las creencias en la verdad objetiva no deberían doblegarse ante las nociones subjetivas de felicidad. Los padres que dejan que sus hijos adolescentes dañen irreversiblemente sus cuerpos a causa de sus deseos volubles son negligentes, no amorosos.
Si Tritón representa una especie de padre ingenuo, Úrsula representa a la facilitadora oportunista que se deleita en restar autoridad a los padres y animar a Ariel en su deseada «transición». La Úrsula de estas películas me recuerda a los psiquiatras y médicos que, al oír a un joven expresar sentimientos de disforia de género, prescriben rápidamente bloqueadores hormonales, cirugías u otras intervenciones médicas para darle al «pobre desdichado» lo que quiere.
Aunque Úrsula es claramente una villana, también aparece en la película como una rebelde marginada que toma a Ariel bajo su protección y escucha sus deseos cuando nadie más lo hace. Un escritor describió recientemente a Úrsula como «una contrapartida activa al (sireno)patriarcado que existe en la película. Esos confines han asfixiado a Ariel, y Úrsula es la única mujer a la que puede mirar como modelo de cómo liberarse de esas limitaciones». Otro escritor comparó la guarida de Úrsula con los espacios subterráneos a los que pueden acudir los jóvenes con problemas cuando nadie más les ofrece la ayuda médica que buscan: «En estos tiempos en que los políticos prohíben la atención adecuada por parte de los profesionales, desde el cuidado médico de los transexuales hasta los abortos, quienes necesiten esa atención la obtendrán donde puedan, sea seguro o no».
Al final de la película, Úrsula es destruida, pero lo que ella puso en marcha alentando la transición de Ariel, cuando muy pocos la escuchaban, es celebrado implícitamente.
El canto de la sirena de Disney
¿Pueden las familias disfrutar juntas de La Sirenita como un dulce cuento de hadas con música pegadiza, sin captar ninguna promoción explícita de agendas LGBT+? Sí. Pero es por eso que estas películas pueden ser peligrosas.
En las últimas décadas, nuestra cultura ha cambiado radicalmente en materia de ética sexual, en parte porque la narrativa de Hollywood ha perpetuado ideas que parecen inofensivas, o incluso moralmente buenas e inspiradoras, pero que sientan las bases ideológicas de cosas como el movimiento tránsgenero (o al menos refuerzan su credibilidad). Para los jóvenes criados con historias como la de La Sirenita de Disney, que valora el deseo sincero de Ariel de «encontrar su verdadero yo», no es difícil valorar el deseo sincero de cualquier persona de ser no solo quien quiera ser, sino lo que quiera ser.
Este enfoque sin límites a la identidad ha sido el canto de sirena de Disney durante décadas, invitando a los jóvenes espectadores a abrazar su yo «interior» incluso cuando entra en conflicto con dinámicas «exteriores» como las expectativas familiares y las normas morales tradicionales. Es un mantra que promueve el empoderamiento y la libertad, pero que en última instancia encadena a los jóvenes a la prisión de deseos poco confiables y a menudo peligrosos.
Irónicamente, uno de los personajes más sabios de la película, Grimsby, le dice al príncipe Eric en un momento dado: «No te dejes frenar por lo que crees que debería ser. Piensa solo en lo que es». Es un consejo en la dirección de la gratitud por lo dado y el crecimiento dentro de unos límites. Sin embargo, la película aboga en general por lo contrario: Ariel no debe pensar solo en lo que es. En su lugar, debe escuchar lo que su corazón le dice que debería ser, incluso la imposibilidad de superar su biología «asignada al nacer» para convertirse en algo diferente.
Pero los cristianos sabemos que el corazón es engañoso por encima de todas las cosas, y desesperadamente perverso (Jr 17:9). También sabemos que los límites son para nuestro bien, que no somos dueños de nosotros mismos, y que la negación de uno mismo (Mt 16:24), en lugar de la autocomplacencia, es el camino hacia la vida. En una cultura en la que los valores opuestos se inculcan a través de entretenimientos sutiles y a menudo encantadores para los niños, debemos aferrarnos a las verdades bíblicas e inculcarlas con más determinación que nunca.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
[1] Nota del traductor: Una «I want» song, es un tipo popular de canción que aparece en el teatro musical, se ha convertido en un término popular debido a su uso para describir una serie de canciones que aparecen en las películas de Disney, en las que el personaje principal canta sobre lo insatisfecho que está con su vida actual y lo que está buscando.
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